El Grupo de Investigación de Sociología de Género de Facultad de Ciencias Sociales (FCS) organizó el pasado 27 de febrero el seminario «¿Y la promesa de la igualdad? Género, trabajo y relaciones familiares en Chile y Uruguay», que tuvo por objetivo compartir y dialogar en base a los avances de investigación sobre las políticas públicas y su impacto en las relaciones de género en las últimas décadas en Chile y Uruguay.
La actividad contó con las exposiciones de Julieta Palma (Universidad Alberto Hurtado), Alessandra Olivi (Universidad de Valparaíso) y las docentes del Departamento de Sociología de FCS, Valentina Perrotta y Sol Scavino.
En la apertura de la actividad, la decana de Facultad, Carmen Midaglia remarcó que las desigualdades en general son muy difíciles de superar y que la desigualdad de género, en particular, «es una de las desigualdades estructurales de nuestra sociedad». Aunque la inclusión de las desigualdades de género en las agendas públicas regionales sea un gran avance, entiende que esto no significa que existan políticas públicas e institucionalidad adecuadas para abordar esta problemática. «Institucionalidad y recursos públicos son estratégicos para generar acciones sostenidas en el tiempo», remarcó.
A su turno, Julieta Palma, doctora en sociología y magíster en Gestión y Políticas Públicas presentó los principales cambios en el nivel de dependencia económica al interior del hogar entre mujeres ocupadas de Chile para el período 1990-2019. Como contexto, explicó que las desigualdades al interior de las parejas se relacionan con un modelo de familia tradicional basado en una organización del trabajo que sitúa a los hombres en la esfera del trabajo remunerado y a las mujeres en la del cuidado y la reproducción social. Puntualizó que en el caso latinoamericano este modelo nunca ha sido «empíricamente y simbólicamente tan relevante», como lo pudo haber sido en el siglo XX en Europa: las mujeres en América Latina siempre han tenido una contribución económica importante en sus hogares. En el caso de Chile, por ejemplo, hoy solo el 38% cumple con este modelo, aunque a nivel del mercado y de políticas públicas se asume este mito de que las mujeres no son las proveedoras principales de sus hogares, señaló.
El interés en estos temas surge, según explicó, porque numerosas investigaciones indican que la posición económica de las mujeres al interior del hogar incide en que su voz pese a la hora de tomar decisiones financieras, sobre la distribución del trabajo doméstico, y la capacidad de poner fin a relaciones problemáticas. Además, explicó que hay muchas investigaciones que muestran cómo la carga de cuidado infantil afecta los logros económicos de las mujeres en general y, a través de ellos, su posición económica al interior del hogar.
En este marco, Palma analizó cómo han cambiado los niveles de dependencia económica en las parejas heterosexuales en Chile. Este país tuvo en el período estudiado un crecimiento económico destacado, reducción importante de la pobreza, avances en indicadores sociales y sanitarios, en protección social, y «cambios de normativa familiar que van en la línea de una mayor protección de las mujeres». Sin embargo, destacó que persisten altos niveles de desigualdad y una baja tasa de participación laboral femenina, junto con una muy baja participación del hombre en el trabajo doméstico.
En ese sentido, durante los años 90, a pesar de un modesto aumento en la tasa de partición laboral de las mujeres, la dependencia económica se mantuvo casi incambiada. «La dependencia empieza a bajar a partir del 2006», puntualizó.
«Pese a todos los avances y trasformaciones de los años 90 la posición económica de las mujeres no se vio afectada, con una participación todavía baja en términos laborales, y las mujeres que participaban siguen dependiendo de su pareja», explicó.
Mencionó que el quiebre que se marca en el 2006, muestra que hay mucho que investigar sobre algunas políticas públicas promovidas en esa época, y cómo afectaron de manera diferente a distintos grupos de mujeres: «probablemente se encontrará que las mujeres más pobres mejoraron significativamente su posición económica al interior del hogar».
La investigadora señaló que, en términos generales, la promesa de autonomía que está atrás de la participación laboral de las mujeres todavía no se traduce en una mejor posición económica sustantiva en el hogar, a lo que se suma la carga de trabajo reproductivo que siguen haciendo las mujeres.
Expresiones de neomaternalismos en América Latina
Valentina Perrotta, presentó una serie de hallazgos que formarán parte de un libro que se publicará próximamente, titulado ¿Qué pasa con los varones y los neomarternalismos?
La investigación que da origen a la publicación comenzó en 2021 a partir ciertos fenómenos detectados en el estudio sobre los cambios en los roles de género y cuidado en tres generaciones de mujeres. Sobre todo en la clase alta encontraron «comportamientos contrarios a la igualdad».
El marco teórico del libro parte de la noción de «maternidad intensiva», que plantea que las mujeres son las principales responsables del cuidado infantil, donde la maternidad es un rasgo natural y principal femenino, donde la maternidad es «niño céntrica», es decir el bienestar de la mujer pasa a un segundo plano. «Lo que nosotras y otras autoras estamos observando es que esta noción se está reconfigurando con otra serie de argumentos, pero que está renaciendo en una especie de reacción a los cambios». Lo nuevo, explicó, es una sobre carga, no solo de trabajo, sino en los saberes que las madres tienen que aprender de la psicología, neuropediatría, de la educación, etc. Además se plantea la individualización, la maternidad como un asunto personal, privado, a resolver por cada una y donde la mujer va contratando cursos y talleres porque cada vez hay que saber más cosas para cuidar un bebé, «donde no le demandamos ni al Estado ni a los varones». Además, explicó que hay literatura donde se reproducen argumentos pseudocientíficos que van nuevamente abriendo la brecha entre el rol de la madre y el rol del padre.
Para abordar este tema, estudiaron estos «neomaternalismos» en redes sociales, particularmente en Facebook donde las mujeres empiezan a expresar y compartir vivencias siempre en «tono de humor o ironía, pero no hay nunca una denuncia sobre eso». Encontraron que en los discursos y en las prácticas que se describen, el rol de los padres tiene un lugar muy marginal y subrayó que en la mayor parte de las páginas estudiadas está ausente la mención al rol del padre en los cuidados.
Encontraron que la cuestión del tiempo de cuidado directo, todo lo que hay que aprender y que el niño o niña sea el centro imposibilita cualquier autonomía económica de las mujeres. Las mujeres dejan de trabajar o, en todo caso, generan emprendimientos productivos propios: hacen festejos de cumpleaños, venden ropa de bebe, pañales ecológico, etc.
Estos discursos van en contra de la idea de que los padres son necesarios en el cuidado, que tienen la obligación de cuidar a la par, que pueden cuidar a la par, apuntó la docente. En resumen, conllevan dos riesgos importantes: estas formas de cuidar tensionan con la autonomía económica de las mujeres y tensionan con la idea de que los hombres son necesarios para los niños y niñas.
Inserciones laborales atípicas y distribución del trabajo al interior de las familias en Chile
A su turno, Alessadra Olivi presentó resultados preliminares de un proyecto realizado desde la Universidad de Valparaíso en colaboración con investigadores de otras universidades. El objetivo del trabajo fue «descentrar los estudios de género», ya qué Chile es un país «fuertemente centralizado y centralista», donde la imagen de la sociedad y del país que se tiene proviene de una «idealización muy centralizada en la capital», pero la mayoría de las personas vive en ciudades medianas y sobre todo pequeños centros urbanos con otras identidades y realidades.
La investigación se planteó estudiar «las distintas dimensiones que adquieren las desigualdades de género en la región de Valparaíso, marcada por actividades productivas vinculadas especialmente con la actividades pesquera y portuaria» con profesiones tradicionalmente muy masculinas y masculinizadas. A esto se suma un ámbito de agricultura que está viviendo una transición hacia la feminización. Además, se incluyeron territorios insulares que tienen características muy particulares.
El propósito fue investigar «cómo opera la segregación de género en el mercado laboral», entendiendo que para conocer aquellos factores que permiten romper los mecanismos de segregación se necesita comprender cómo se han dado ciertas trayectorias atípicas que ya en la actualidad han derribado algunas barreras iniciales y han logrado romper con los mecanismos de segregación y separación en base al género». Por ello, se enfocaron en mujeres en trabajos considerados masculinos y hombres en trabajos feminizados. Además, observaron qué tipo de relación existe entre estos trabajos atípicos y la situación domestica de cuidados de estas personas.
Encontraron que «la relación entre el arreglo familiar residencial y el empleo atípico está marcada por una notable presencia de madres solas con hijos», ya que son ellas las que prevalentemente buscan acceder a empleo masculinizado. Estas mujeres destacaron que estos empleos típicamente masculinos tienen flexibilidad de horarios que le permiten combinar el trabajo doméstico y el cuidado con el trabajo remunerado. Además se encontró que en estos casos la red de apoyo es mayoritariamente femenina: «los hombres tienen poco peso», sentenció. «Saben que es una vida sacrificada pero que le garantiza condiciones económicas y de arreglo de cuidados que en otras trabajos no tendrían», concluyó.
En el caso de los hombres con trabajos atípicos, la mayoría son hombres que no viven solos, no tienen vínculo conyugal, y que normalmente no se hacen cargo de las tareas domésticas si no que pagan a alguna mujer de la familia para estas labores. El trabajo es vivido como algo no muy valorado por las personas y tienen un sentimiento de incumplir con el modelo masculino.
Para el caso de las poblaciones insulares, la división del trabajo doméstico y de cuidados adquieren características específicas vinculadas a la cultura local: viven en «familias alargadas» en predios con diferentes casas donde las tareas de cuidado se comparten, aseguró. La organización, en estos territorios no responde a normas de género, concluyó.
Los desbordes del trabajo no remunerado: desigualdades en los cuidados de las vejeces
Sol Scavino, en tanto, cerró la ronda de exposiciones presentando algunos datos sobre la evolución de Uruguay en el período 1990-2019.
Señaló que la disminución de la dependencia económica de las mujeres no fue significativa hasta el 2001. En tanto, entre el 2000 y el 2004, época de crisis económica, se redujo la dependencia económica de las mujeres y luego a partir de 2008, con la recuperación económica, empieza a bajar la dependencia económica de las mujeres.
Cuando se profundiza el análisis de los datos, se encuentra que «la dependencia aumentó en todo el periodo desde 2001 en adelante, salvo para quienes lograron ocuparse en algunos sectores del mercado laboral». Por otro lado, en los sectores más pobres «la chance de la dependencia disminuye», mientras en los niveles más altos, la dependencia aumenta. En cuanto a la educación, la dependencia disminuye a medida que el nivel educativo aumenta. Además, como han mostrado diversos estudios, la presencia de hijos aumenta la dependencia económica de las mujeres.
Sobre las tareas de cuidado de las vejeces, contextualizó que nuestro país es el segundo país más envejecido de América Latina después de Cuba, y además el envejecimiento «está feminizado».
Puntualizó que los niños y niñas tienen al Estado que le provee tiempo de cuidado: escuelas, CAIF que están en el territorio. Por otra parte, «las personas mayores no tienen instituciones de cuidados», remarcó. Agregó que las políticas de cuidado son sumamente focalizadas: «el Sistema Nacional Integral de Cuidados no cubre ni el 33 % de su público objetivo. Pero si se toma al total de población en situación de dependencia en general, la cobertura no llegaría al 10% de ellos».
En el cuidado de las personas mayores en general, un 68% de las estrategias son exclusivamente basadas en el cuidado familiar, en las mujeres de la familia, puntualizó.
Además, los estudios muestran que la desigualdad de género en el cuidado de personas mayores es más grande en los sectores socio-económicos medios.
Luego de las cuatro presentaciones, se abrió un espacio de preguntas e intercambio con el público presente.