Para el sociólogo egresado de la Facultad de Ciencias Sociales y miembro del grupo Prevención y Comprensión de la Conducta Suicida en Uruguay, Pablo Hein, luego de acabar la pandemia, el Coronavirus incidirá en la cantidad de suicidios.
El tema, discutido en el programa de podcasts Mezcla de La Diaria, surgió en el contexto de los distintos aspectos del Coronavirus que se han dado a conocer en las últimas semanas. Uno de ellos apunta a la salud mental y a cómo esta podría verse afectada tras el encierro y aislamiento que genera mayores tensiones y ansiedades en la población. El programa confirmó un aumento de las consultas al servicio telefónico de prevención del suicidio que implementa la Administración de los Servicios de Salud del Estado (ASSE), Vida.
Uruguay registró 710 casos de suicidio en 2018, según datos expuestos por el Ministerio de Salud Pública. Hein explicó que «lamentablemente no hay datos del suicidio en tiempo real como para hacer afirmaciones». Recién en julio de este año se conocerán los datos de 2019. Tanto los casos de suicidios como los intentos de auto eliminación se procesan durante 6 meses, sostuvo en el programa.
Si bien «no hay evidencias públicas», se puede decir que las tasas son bastante estables, según el sociólogo. Para él, Uruguay debe pensar en el post COVID-19. «Esta crisis no es solo sanitaria, es también económica, es de fuentes de trabajo, de relaciones sociales. Es de todas aquellas mallas que de alguna manera protegen o dan cierta coherencia para el funcionamiento armónico en una sociedad».
Repensar el «cuidarnos entre todos»
Hein sostuvo a Mezcla que «suicidios hubo, hay y habrá en la historia de la humanidad» pero propuso, dado el contexto de reflexión donde «nos cuidamos entre todos» repensar otros ámbitos que requieran de cuidados, como en el tránsito o en cuanto a los comportamientos dentro del hogar, en el vecindario y en la comunidad. Se pueden «tomar esos elementos para ayudar en el tema en Uruguay», manifestó.
Un punto que recalca es la ausencia de organizaciones de familiares víctimas de suicidio en el país. Mientras que en otras partes del mundo, la familia se trabaja como motor de reconstrucción, en Uruguay la actividad se «desprecia» y su funcionamiento es «importante».