Los suicidios aumentaron en Uruguay en las últimas 2 décadas. Los datos 2018 muestran los altos índices ajustados por edad, sexo y región. En este contexto la enfermedad COVID 19 golpea y lo seguirá haciendo. Esta pandemia llevó a emprender acciones sanitarias sin precedentes de distanciamiento social para reducir el contacto humano y la tasa de nuevas infecciones. Las medidas económicas (cierre momentáneo de diversos rubros) implicaron que sectores pierdan su fuente de ingreso. La suspensión de la educación cierra el círculo de distancia y contacto cara a cara. Estos factores económicos, psicosociales y culturales desencadenan durante y después de la crisis, efectos psicológicos (miedo, frustración, impotencia y soledad). La imprevisibilidad e incertidumbre impactarían en la salud mental de la población generando depresión, ansiedad y estrés postraumático. Con lo descrito, es válido pensar que esta situación genere un terreno fértil para configurar nuevas tipologías de intentos de autoeliminación y suicidio que se suma a las existentes. El denominador común es la inseguridad con la generación y activación de miedos donde la sobre-información de noticias prevalecen. Esto evidencia el manejo con casi nulo sustento científico y predominio de opiniones frívolas en redes sociales sobre el suicidio. Artículos destacan que estos efectos favorecen conductas suicidas asociados al aislamiento, discriminación, xenofobia y miedo.
Las principales teorías del suicidio enfatizan el papel clave de las conexiones sociales en su prevención. Se sugiere la depresión, desesperanza, estrés o estrés post traumático podrían estar asociados con mayor suicidio en la región. Contribuyen las barreras de acceso a servicios sanitarios que no resultan prioritarios, incluyendo los de salud mental y el desborde de servicios de emergencia que afectan negativamente a personas con conducta suicida. Otro agravante es la información errónea (Infodemia Misinfodemics), caracterizada por mitos y desinformación que incrementan la marginación y estigmatización, advirtiéndose como un evento adverso que aumenta el riesgo. La preocupación sobre estos resultados secundarios negativos de la prevención COVID plantea la necesidad de esfuerzos integrales que consideren múltiples escenarios e incluyan, la prevención de la conducta suicida. Se propone medidas para mitigar las potenciales consecuencias y reforzar los sistemas de prevención del suicidio durante y después de la crisis
Disciplinas
Psicología, psiquiatría, psicología y otras.
Responsables del proyecto
Pablo Hein y Cristina Larrobla.
Otros integrantes del grupo
Varios del Grupo de Comprensión y prevención conducta suicida y Dirección de Salud Mental de ASSE.
Contacto
pablohein1@gmail.com