Se realizó el primer encuentro del ciclo virtual «Uruguay en la pandemia desde las ciencias sociales. Encrucijadas y posibles salidas», organizado por la Facultad de Ciencias Sociales (FCS) y que abordó la situación sanitaria, la emergencia social y la política de la pandemia.
La decana de la Facultad, Carmen Midaglia, fue la encargada de abrir la actividad y dar la bienvenida a los panelistas y a las casi doscientas personas que siguieron en vivo la trasmisión por Youtube. Repasó el origen del evento a partir del trabajo de comisión ad hoc creada por el Consejo para este fin, y el papel que jugó también la Comisión de Extensión. Al recordar las jornadas organizadas el año pasado por el servicio y por CLACSO, remarcó que la comunidad científica internacional avanzó durante 2020 y 2021 a nivel sanitario y también a nivel del abordaje social: «se dispone de experiencia acumulada sobre políticas públicas que se han ejecutado en diversos países para aliviar importantes consecuencias socioeconómicas y sanitarias», ejemplificó. Repasó algunas iniciativas de FCS en este sentido y de la Universidad de la República (Udelar) toda y dijo que la actual Rendición de Cuentas también muestra una Udelar al servicio de la sociedad en este contexto, con algunas propuestas que pueden ser de inmediata ejecución: por ejemplo, proyectos del Hospital de Clínicas para la rehabilitación de pacientes que tienen secuelas por Covid-19; la creación de un dispositivo de diagnóstico y tratamiento de cáncer de mama; y la puesta en funcionamiento de un instituto de producción de vacunas y otro sobre las consecuencias sociales, económicas, psicológicas de la pandemia.
Antes de dar cierre a su intervención destacó que el encuentro se «inscribe en la necesidad de identificar rutas de salida en base a la experiencia nacional e internacional y en las estrategias que viene desarrollando la Udelar en el país».
Nicolás Wschebor, investigador del Instituto de Física de la Facultad de Ingeniería, abrió las exposiciones identificando tres etapas en la evolución de la pandemia en Uruguay. La primera se dio entre marzo y julio de 2020 «con los brotes de Rivera y Treinta y Tres, controlada por la reducción de la movilidad, [por] las medidas tomadas por el gobierno y por la sobre-reacción de la población fruto del temor por lo que había pasado en España e Italia». En ese momento «se instala una cuarentena no obligada pero muy real», resumió.
La segunda etapa, que va de julio a octubre de 2020 «estuvo asociada al brote en el sistema de salud». Según explicó, en esta etapa aumentó la movilidad pero se controló la situación con una intensa política de seguimiento de contactos. «Hay un número de casos bajo a pesar de tener una movilidad relativamente alta».
En tercer lugar, entre noviembre de 2020 hasta mayo de 2021 «estamos en un escenario de descontrol con un crecimiento exponencial y luego estabilización en niveles elevadamente altos», sentenció.
Wschebor afirmó que actualmente, desde fines de mayo, el país se encuentra en una nueva etapa donde la situación «parece estar bajo control, pero ahora gracias a las vacunas».
Por último el docente destacó el rol de la comunidad científica que insistió en la necesidad de tener sistemas nacionales de seguimiento de contactos y repasó algunos de sus trabajos que relacionan la movilidad y el número reproductivo, que mide cuántas personas contagia un infectado.
Jacqueline Ponzo, del Departamento de Medicina Familiar y Comunitaria de la Facultad de Medicina, por su parte, se centró en la situación global. El total de casos confirmados desde el inicio es de 180 millones 700 mil y se contabilizaron 3 millones 900 mil muertos en total. Al repasar los gráficos dijo que si bien el número de casos viene bajando de manera continua desde abril de 2021, en la última semana se registró un aumento, lo que es «un hecho de alarma porque podemos estar entrando en una fase global de aumento, nuevamente».
Mostró el lugar que ocupa Uruguay a nivel mundial en relación al total de casos acumulados, mortalidad, positividad y número de test realizados y destacó que en los últimos meses en nuestro país se registró mortalidad materna, aparición de mortalidad en la niñez «como un hecho», y lamentó la carencia de datos accesibles para conocer la distribución según prestador de salud o características socioeconómicas, procedencia o empleo de las personas.
Protección social en la emergencia sanitaria
A su turno, Fernando Filgueira de la Unidad de Métodos y Acceso a Datos de FCS planteó un «trilema», que combina la posibilidad de «sostener la estrategia epidemiológica», «minimizar costos sociales» y «sostener la paz y la gobernabilidad democrática». Dijo que este «trilema» es solucionable solo si se genera «un piso de protección social de emergencia», que permita que ante un shock de esta naturaleza se pueda sostener en el tiempo la voluntad, la adherencia de los individuos a las medidas sanitarias. Se detuvo en este aspecto, en una mirada más social, para entender algunas claves del éxito de Uruguay en una primera etapa y del fracaso que se encuba sobre finales del 2020 y se manifiesta en toda su expresión al comienzo del 2021. Repasó el «triple stock de resiliencia» que el país tenía al comienzo en relación a los países de la región: fuerte confianza en las instituciones, en el sistema político y en la ciencia; bajos niveles de pobreza y vulnerabilidad; un aparato estatal con coberturas amplias de protección social y servicios de salud universalizados. En la fase de fracaso se combinó, dijo, la pérdida del nexo epidemiológico, alta circulación y agotamiento de esos stocks de resiliencia.
A modo de conclusión, el sociólogo comentó que además de los errores cometidos en la gestión epidemiológica, hay que entender que se permitió que se consumiera una parte muy importante del stock de resilencia que permitía adherencia a las medidas. En esta etapa de la vacunación estamos ante «un experimento a cielo abierto, que parece estar dando resultados, pero que es extremadamente peligroso y que dado el contexto global de un incremento de casos nuevamente con variantes como la Delta, puede volver a obligar a los países a formas de restricción relativa de la movilidad», advirtió. Ante esta posibilidad, nuestro país está «mucho peor posicionado que al inicio» de la emergencia sanitaria, además de «haber pagado un costo altísimo por no haber tomado las resoluciones necesarias sobre octubre-noviembre o a más tardar sobre febrero que hubieran permitido transitar hacia la vacunación con un número de casos y de fallecimientos mucho menor», lamentó.
Sobre la asistencia social a los sectores más vulnerados también habló Ximena Baraibar, docente de Departamento de Trabajo Social. Comenzó recordando que en marzo de 2021 se confirmaron 100 mil nuevos pobres en Uruguay, al tiempo que advirtió que la pobreza, la desigualdad, las dificultades en el empleo, no empezaron el 13 de marzo de 2020. «La pandemia agudizó realidades que ya estaban presentes», puntualizó.
Advirtió que muchas consecuencias sociales derivan de la llegada del virus a nuestro país, pero son también consecuencia de las «decisiones políticas tomadas y no tomadas […]. Así como se habla de muertes evitables también hay que hablar de pobres evitables».
En su opinión, las medidas de asistencia tomadas por el gobierno nacional tienen problemas en relación a la cantidad de personas alcanzadas (hay familias que postularon a la Tarjeta Uruguay Social y a la Asignación Familiar, por ejemplo, que no han sido visitadas) y en relación a la calidad en términos de cuánto permiten responder a las necesidades planteadas. «Es un problema habitual, pero en este escenario, resulta particularmente dramático». A esto se suma, a su modo de ver la existencia de «problemas de legitimidad, de cual es la mirada que se construye sobre la pobreza. Hay una idea de la pobreza más ligada a las actitudes. No hay un discurso de derecho a ciertas garantías mínimas y una responsabilidad pública en ese sentido».
Le estrategia y el discurso del gobierno
Daniel Chasquetti del Departamento de Ciencia Política se centró en la estrategia del gobierno para enfrentar la emergencia sanitaria, la que dividió en tres momentos: el primero de cierre inicial, con 25 decretos de cierre de actividades, fronteras y educación; y luego en mayo-junio una rápida y amplia apertura hasta el mes de diciembre. Esta última etapa de plena actividad «funcionó por el cierre inicial que no permitió al virus circular, por la estrategia de testeo, rastreo y aislamiento en base al aporte científico y las capacidades estatales del país».
Entre diciembre y enero de 2021 empieza una nueva etapa de «cierre blando», que se profundiza en marzo con medidas «más serias» y prolongadas. Chasquetti llamó la atención sobre algunas mediciones del Banco Mundial donde se ve que las diferencias entre marzo y abril del 2020 y marzo y abril de 2021 desde el punto de vista de las mediciones que existen, son bastante pequeñas. «Sin embargo, a mi no me queda duda que los efectos son muy diferenciados. Sobre todo cuando se chequean indicadores de movilidad en Google. En marzo 2020 hubo una disminución espectacular de movilidad de las personas y en marzo 2021 no. Probablemente hubo otros factores que jugaron, […] como el temor de la gente en un primer momento».
Agregó que por detrás de las medidas hay un discurso del gobierno, «muy bueno, muy rendidor», sentenció. El discurso de la libertad responsable, el discurso de las perillas en comparación con los discursos ensayados por otros presidentes de América Latina, dijo, está «despegado». El presidente de la República y su equipo «fueron capaces de crearnos un escenario que le ayudó a sostener esta estrategia». «La idea de las perillas nos convenció que hay una relación fuerte, un trade off entre economía y salud. No está demostrado eso. Cierres fuertes y rápidas aperturas afectan de manera positiva a la economía, y cierres prolongados dañan mucho la economía, pero este asunto no fue problematizado». Desde diversas perspectivas […], sin embargo, se trata de un discurso que fue «comprado» por la mayoría de la población. En este sentido dijo que no espera ningún cambio en la estrategia del gobierno, aunque sí se pueden dar pequeños ajustes en relación a los problemas que se vienen en la pos-pandemia.
En relación al rol de las ciencias sociales, señaló que a estas disciplinas les costó mucho entender cómo funcionaba la nueva situación planteada por el coronavirus: «nos alejó un poco de lo que estábamos acostumbrados». A diferencia de las ciencias básicas, las ciencias sociales estuvieron bastante «atrasadas» en su capacidad de respuesta. «Nos quedan una serie de asuntos sobre los cuales desarrollar capacidades. Que no sepamos cómo circula la sociedad, como se mueve [la gente en] las grandes ciudades es un debe grande. Porque una cosa es tener los datos de Google y otra cosa es entenderlos y traducirlos a políticas públicas», reconoció.
La actividad, moderada por Ana Rivoir, tuvo una última ronda de cierre por parte de los expositores.
La fecha del próximo encuentro del ciclo se confirmará a la brevedad.