Este 20 de junio se realizó una nueva edición del Café de la Memoria, titulado este año «Dictadura en Uruguay. Una mirada de género y generaciones», en el marco de las actividades que se llevaron a cabo en la Facultad en junio y julio por los 50 años del golpe de Estado en Uruguay.
Como hace una década el café de la memoria es impulsado por el Departamento de Trabajo Social, la Asociación de Asistentes Sociales del Uruguay (Adasu) y el Centro de Estudiantes de Ciencias Sociales (Cecso). En la apertura, la decana, Carmen Midaglia, celebró la realización del evento como un dispositivo para «mantener viva la memoria colectiva del horror que generó el golpe de Estado en la vida de los ciudadanos y los costos político-institucionales que trajo aparejado».
La dictadura implicó restaurar un «estado de naturaleza» que supuso la suspensión de los derechos clásicos, civiles, vinculados a las libertades y garantías, mientras un núcleo de personas que tomó el poder decidió sobre el país sin ningún contralor ciudadano ni legitimidad, explicó. Por otra parte, en la región supuso instaurar el nuevo modelo de desarrollo de orientación al mercado, neoliberal.
En el plano educativo y científico, la decana apuntó que el quiebre institucional significó un enorme atraso. «No se pude acumular, investigar, reformular planes de estudio cuando se tienen coartadas las libertades», sentenció.
Posteriormente, tanto Ximena Baraibar, integrante de la dirección del Departamento de Trabajo Social, como Ana Agostino de Adasu y Diana Balado del Cecso destacaron la importancia de la actividad para mantener viva la memoria de un Terrorismo de Estado que atravesó a todos, en un contexto en el que se intenta minimizar o negar lo ocurrido.
En la mesa de exposiciones, además de repasar los diferentes períodos de la dictadura y las principales características de cada etapa por parte de los docentes José Busquets y Andrea Delbono, protagonistas de aquellos años compartieron sus experiencias. El docente Julián González Guyer contó algunas anécdotas de su militancia estudiantil en la FEUU y sus vivencias en el Penal de Punta Carretas; mientras Susana Petraglia, Cristina Ramírez y Ana Faedo recordaron como fueron agredidas y separadas de sus familias por las fuerza de las armas. Ramírez, particularmente, reflexionó sobre el concepto de memoria y señaló que el relato de las mujeres fue silenciado frente al de los hombres. En ese sentido, Faedo describió su periplo por diferentes centros de detención en el interior del país, hasta su llegada a Paso de los Toros, la que definió como «una cárcel olvidada». Coincidió en que las mujeres fueron olvidadas: «Cuando salieron todos los presos, aquella famosa foto de la conferencia de prensa, ¿había alguna mujer?», preguntó. Por eso, invitó a los presentes a concurrir el 27 de junio Plaza Julia Arevalo a la inauguración del «memorial de las mujeres que simboliza un abrazo, porque la mujer hace eso, se junta y se abraza», resumió.
Por su parte, Mario Mujica dijo que proviene de una familia común y corriente, de un padre militante bancario destituido en 1968 con una madre ama de casa y con un hermano muerto en la tortura en el año 1974. «Las circunstancias me llevaron a terminar preso ese mismo año ¿De qué otra forma iba a terminar? Tenía 15 años», relató. Además, reflexionó sobre el papel de las diferentes generaciones. En ese sentido, señaló que a los jóvenes del último tramo de la dictadura les tocó construir las herramientas que hicieran posible la salida del régimen. «Cada generación tiene sus desafíos y sus herramientas propias».
Por último, Mariana Mota, exjueza y exintegrante de la Institucional Nacional de Derechos Humanos se focalizó en el rol del Estado, sus errores y sus omisiones. «Es terrible tener un Estado que no se hace cargo, las victimas son las que tiene que seguir trasmitiendo a las siguientes generaciones lo que pasó mientras el Estado se cruza de brazos», lamentó.
Al finalizar la mesa se realizó un cierre artístico a cargo de colectivos de circo El Picadero y La Galponera.