María Eugenia Jung, Agustín Cano y Nicolás Sollazzo expusieron el 3 de octubre en la mesa de apertura de las III Jornadas de Extensión e Integralidad de la Facultad de Ciencias Sociales (FCS).
El decano, Diego Piñeiro, fue el encargado de abrir las jornadas y dar la bienvenida a expositores y al público, destacando la necesidad de impulsar más aún la función de extensión en la Universidad y en FCS en particular.
En ese sentido reconoció que, a pesar de los muchos esfuerzos realizados en el servicio para impulsar las actividades de extensión, sigue siendo «una de las áreas con menos desarrollo». Señaló que es necesario un «mayor apoyo político para que estas actividades sean más valoradas en las trayectorias de estudiantes y docentes». Explicó que la extensión no pesa lo mismo que las actividades de investigación y de enseñanza a la hora de evaluar a un docente. «Es una de las tantas cosas que tenemos que cambiar para darle mayor impulso y mayor presencia a la función en la Udelar y la facultad», opinó.
Antes de dar paso a los invitados, Piñeiro recordó que el impulso reformista de 1918 tuvo como centro la «modificación de un forma de pensar la universidad» que derivó luego en el desarrollo de la extensión.
Jung, del Área de Investigación Histórica del Archivo General de la Universidad de la República (Udelar), fue la encargada de abrir la ronda de reflexiones y definió al movimiento surgido en Córdoba hace un siglo como un movimiento de base estudiantil que proclamó la necesidad de cambiar las estructuras arcaicas de las universidades del continente «desde un perspectiva laica y democrático-liberal», y que en los años posteriores alcanzó una fuerte expansión por el continente, «con variadas derivas ideológicas y políticas, expresándose en fenómenos muy disimiles en los diferentes países».
Según explicó, citando a Vania Markarian, ese movimiento surgió «con el poder de un mito» para las sucesivas generaciones, marcando por el tono radical de sus reclamos, un sentido anticapitalista y un llamado encendido al fin de la explotación: está presente «esa idea de ruptura y cambio social», dijo.
La investigadora se preguntó con qué objetivo surgió el movimiento en Córdoba y coincidió con Piñeiro en que lo estaba en discusión era la relación que debían tener las universidades con la sociedad, exigiendo cambiar «el modelo de universidad formadora de las élites gobernantes, por una universidad que fuera el motor para la trasformación de la sociedad».
En Uruguay muchos de los planteos del reformismo ya habían sido incorporados parcialmente. Por ejemplo algunos mecanismos de cogobierno, la gratuidad parcial de la enseñanza y la educación de las mujeres ya estaban contemplados.
El Primer Congreso Internacional de Estudiantes Americanos que se realizó en Montevideo en 1908 jugó un importante rol en aquel proceso: «muchos de los reclamos que se hicieron en Córdoba ya se habían escuchado en nuestro país. Fue un congreso importante en la preparación de un programa de reforma que luego se plasmaría en 1918».
La investigadora dijo que a partir del movimiento de estudiantes cordobeses empezó a trazarse una identidad latinoamericana, tanto a nivel nacional como continental. Además, comenzó a verse al estudiantado como un «grupo especifico con demandas propias y forjadores de un futuro diferente», a la vez que se producía una afirmación del Americanismo, el afán unionista con impronta anti-imperialista.
Uno de los legados del proceso histórico fue la reivindicación de la Reforma de Córdoba como parte de la «identidad política por muchos sectores universitarios a lo largo del siglo XX en América Latina y en Uruguay». Jung dijo que se ha apelado de manera permanente y sostenida a Córdoba para sustentar reclamos en diferentes coyunturas, como manera de legitimar posiciones en el presente y proyectar cambios en el futuro.
La investigadora aclaró que, como ocurre muchas veces con cierto fenómenos, las lecturas y apropiaciones de Córdoba desbordan el hecho histórico en sí: «Hay muchas disputas, e interpretaciones diversas», aclaró.
«El legado de Córdoba aparece como una agenda abierta en relación con el papel social de las universidades, su relación con el poder político, la idea de investigación científica asociada al desarrollo y la extensión. Estableció asuntos claves en la agenda educativa de las décadas siguientes», resumió.
A su turno Agustín Cano, licenciado en Psicología y doctor en Pedagogía por la UNAM, también hizo referencia al cambio en la manera de concebir la relación entre universidad y sociedad que implicaron los cambios propuestos hace 100 años, aunque advirtió que desde hace décadas las región sufre un proceso de «contra-reforma», que se expresa «muchas veces como “modernización” de la organización, las estructuras y los procedimientos, pero [en realidad] promueve una alteración de lo sentidos que vienen de Córdoba: el conocimiento como bien público, las universidades como casas abiertas, la autonomía como principio y el compromiso social».
En ese sentido criticó los debates educativos actuales en nuestro país. «Se está promoviendo, por un lado un estancamiento presupuestal de la Udelar, y por otro lado el desarrollo de ofertas tecnológicas no autónomas de una concepción explícitamente empresarial, sin autonomía ni cogobierno, e incluso con hostilidad manifiesta hacia esos principios», denunció.
El integrante del Programa Integral Metropolitano se centró luego en el análisis de lo que a su entender son los tres grandes sentidos de la extensión que han tenido expresión a partir del movimiento reformista: aquella que entiende a la extensión como vinculación con los sectores postergados, organizados o no; aquella que la ve como el estudio de los grandes problemas nacionales; y la tercera, la menos frecuente en las discusiones actuales, dijo, es la que hace énfasis en la extensión en su dimensión pedagógica, como medio para favorecer una formación más integral.
De estas tres corrientes, explicó, surgieron una constelación de prácticas, una producción de sentidos y significados sobre la extensión universitaria, que asociados a diferentes tradiciones disciplinarias produjeron múltiples extensionismos.
En cuanto a la proyección de la Reforma de Córdoba en el tiempo, Cano destacó las directivas de extensión universitaria aprobadas por el Consejo Directivo Central de la Universidad de la República en 2009 bajo el rectorado de Rodrigo Arocena, que a su entender condensa las tradiciones de matriz reformista: «favoreció la integración de [las tres] funciones universitarias, jerarquizó el papel formativo de la extensión, priorizó el trabajo con los sectores postergados de la sociedad, promovió una relación dialógica con la sociedad, etc».
Sin embargo, apenas aprobada la normativa, suscitó grandes debates y una «entusiasta incomprensión», dijo parafraseando a Walter Benjamin. «En algunos momentos la discusión derivó en extremos poco razonables donde nos vimos encerrados en discutir qué es y qué no es extensión y esa discusión así formulada nos ha quitado más de lo que nos ha aportado», lamentó.
Opinó que ese tipo de discusiones ocurre porque hay de fondo un proceso de largo plazo que es de cierta especialización relativa de los perfiles docentes a partir de las funciones universitarias.
Tenemos, dijo,« académicos enseñantes, investigadores y extensionistas. En nuestro país hay expresiones insipientes de esto, pero es muy claro en otros países».
«Tenemos que subvertir esta situación y a eso nos ayuda el legado de Córdoba: dejar de discutir la parte y discutir la parte en el todo. Pensar la extensión en el marco general de cómo entendemos el rol social de la universidad y desde una política de fortalecimiento de lo público que atraviese las tres funciones».
Cien años después: «sigue siendo revolucionario»
Nicolás Sollazzo, estudiante de la licenciatura en Sociología e integrante del orden estudiantil de FCS habló desde el «sentir, la práctica ética y política» del colectivo al que representa y cómo el legado de la Reforma de Córdoba «se imbrica en nuestro quehacer diario».
Sollazo destacó el contraste que significa para un estudiante venir de la educación primaria y secundaria «donde no tenemos voz ni voto» e ingresar a una institución donde los estudiantes sí son actores claves.
Subrayó el valor del Manifiesto Liminar surgido en la Universidad de Córdoba «mezcla de filosofía y declaración política, mezcla de problemas de coyuntura y de problemas universales».
A su entender las ideas planteadas «fueron revolucionarias y lo siguen siendo: el cobogierno, la autonomía, la libertad de cátedra, la evaluación y renovación los cargos docentes, etc., siguen siendo cosas de avanzada», sentenció.
Al igual que María Eugenia Jung, subrayó la ruptura que implicaron los principios manifestados, que se oponían a la oligarquía y la Iglesia que sostenían un modelo elitista y conservador de universidad heredado de la colonia. «El modelo latinoamericano implica comprender que la universidad está inserta en una sociedad que la sostiene, e implica una vocación de servir a la sociedad». En ese sentido subrayó el rol de la universalidad en la creación y difusión del conocimiento y el compromiso con las problemáticas sociales, aspectos que fueron recogidos por la Ley Orgánica de nuestra casa de estudios.
La Reforma de Córdoba también «arremetía contra las formas tradicionales de enseñanza y proponía la enseñanza activa» como modelo a seguir. Dijo que el manifiesto hace foco en el vinculo «espiritual» entre quien ensaña y quien aprende y citó una frase del centenario documento: «toda la educación es un larga obra de amor a los que aprenden».
En cuanto a los desafíos actuales que se le plantean al legado reformista, el estudiante también señaló, al igual que Cano, ciertos discursos que reclaman una“modernización” en las universidades, atacando a la autonomía y el cogobierno como vetustos y obsoletos. A su entender, lo que en realidad se está proponiendo es someter a la educación a «criterios mercantiles».
Por otra parte dijo que las Universidades de la región son evaluadas con parámetros que provienen de los centros hegemónicos de producción de conocimiento, lo que significa un problema porque no se tiene en cuenta «la potencialidad del modelo latinoamericano: la extensión, el compromiso social, la democratización del acceso, por ejemplo».
Por ultimo, marcó como un tercer desafío la incorporación de los derechos humanos de segunda y tercera generación. «La universidad le ha dado la espalda a la emergencia de las diversidades. No solo a quien accede, sino a quien permanece», a pesar de los esfuerzos hechos para tratar de superar los problemas.
María Eugenia Jung, Agustín Cano y Nicolás Sollazzo expusieron el 3 de octubre en la mesa de apertura de las III Jornadas de Extensión e Integralidad de la Facultad de Ciencias Sociales (FCS).